Últimamente he estado pensando en los procesos. Esos momentos difíciles en donde nos encontramos vulnerables y confundidos. No entendemos el por qué de las cosas. Pero realmente si nos ponemos a pensar siempre que llegan esos momentos difíciles preguntamos ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora me esta pasando esto? ¿Por qué ahorita?
Viéndolo en otro punto de vista o tal vez abrirse... no hay un momento específico en donde podamos apuntar en nuestro horario y diario vivir el momento difícil. ¿Apartar tiempo, planificarse o prepararse para el momento difícil? No, verdaderamente esperamos vivir sin esos momentos. No se planifican ni se esperan.
Esos momentos en los que nos sentimos solos, con ansiedad, preocupación y tantas emociones que podemos llegar a sentir es lo que nos forman. De hecho, podemos ver cómo Dios trabaja en nosotros para recibir algo mejor y más grande de lo que creemos e imaginamos. Esa es una de las maneras en las que Dios trabaja con nosotros.
Hace un tiempo, en el día de la mujer, me atendió una señora y me comenzó a compartir su historia. Mientras ella me contaba, me asombré del tipo de mujer que es, una mujer fuerte, valiente, luchadora, responsable y positiva. Dios me habló y me dijo que hoy, esa mujer es lo que es por su historia y todo lo qué pasó. Esos momentos difíciles la hicieron quien es hoy. Si no hubiera sido por ese momento, su potencial nunca hubiera salido.
Me sorprendió su respuesta:
- Ahora entiendo el por qué del proceso. Si nunca hubiera pasado, yo nunca hubiera descubierto lo capaz que soy y el propósito de Dios en mi vida.
Tu tienes un propósito que cumplir, Dios te ha dado un propósito. En éxodo dice “Pero yo te he levantado para este mismo propósito, para mostrar mi poder y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra” (Éxodo 9:16).
Podemos encontrar mucho valor en esos procesos. Ver el lado bueno de ellos y lo mucho que saca de nosotros.
Te animo a que mires el resultado o el final de ese proceso. Recuerda, cuando menos lo esperas, Dios trabaja y saca lo mejor en ti.